viernes, 29 de abril de 2016

Una forma de agradecer, la mía.

Hoy no hay clase, pero mi cabeza no abandona el trabajo. Vienen ocurriendo cosas en los últimos tiempos que me hacen sentir mal y ante las cuales no tengo muy claro cómo actuar o reaccionar.  No soy capaz de hacer un diagnóstico y mucho menos de vislumbrar un tratamiento efectivo contra el mal del que quiero hablar.

Como profesores tenemos que hacer tareas muy variadas que van desde preparar las clases (para los alumnos) hasta cumplimentar documentos que pueden tener más o menos que ver con lo que ocurre en esas clases (con los alumnos). Documentos que en algunos casos tienen mucho de burocracia y poco de funcionalidad  y ante los que reaccionamos de diferente manera y con desigual entrega. Algunos lo identifican con grados de profesionalidad, de manera que quien no se entrega en cuerpo y alma a la redacción de esos documentos, es poco menos que un mal profesional. Puede que tengan razón y no voy a ser yo quien se la quite. Y sobre todo llevan razón en que lo cortés no quita lo valiente, es decir, que dedicarse en cuerpo y alma a las clases no es incompatible con entregarse de igual manera a la tarea burocrática. Muchos son capaces de hacerlo y les reconozco el mérito.

Dicho esto, quiero compartir mi enfoque, asumiendo y reconociendo que soy de los que lo dan todo solo en la primera parte y nada o casi nada en la segunda. Soy capaz de comprometerme mucho en algunas tareas y de hacer otras bastante por debajo de lo que se puede considerar “salir del paso” o incluso no hacerlas aunque esté obligado a ello. Por ello no voy a dar lecciones a nadie, tan solo a compartir algunas necesidades e inquietudes en voz alta, tratando de ir más allá de la queja, la identificación de culpables o el “las cosas hay que hacerlas porque hay que hacerlas”.  La única profesionalidad que pongo en duda es la mía.


La misma consejería de educación tiene el propósito de liberarnos de parte del papeleo porque reconoce que hay mucho y está alejado del aula. Papeleo en su mayoría fomentado por expertos que nunca dieron clase o no se acuerdan de la última que dieron con un grupo estándar de educación secundaria. Papeleo que hay que tener siempre listo “por si”. Papeleo al que reconozco la mejor de las intenciones pero que solo en teoría tiene algo que ver con lo que ocurre en clase. En esto tenemos que ver mucho los profesores, que llevamos toda la vida realizándolo rutinariamente, quejándonos pero sin ponerlo en duda. Papeleo que a veces nos impide centrarnos y encontrarnos para lo que en mi opinión es lo que más importa: el diseño de experiencias de aprendizaje cada vez mejores para nuestros alumnos. Identificamos por defecto reunión con más papeleo. En muchos casos identificamos reunión de profesores con algo improductivo, aunque esto empieza a cambiar.

En mi centro llevamos tiempo enredados con uno de los nuevos documentos que llega con la Lomce. Puede que sea un documento útil y bien diseñado al que algunos no le hemos dedicado ni la mitad del tiempo ni del esfuerzo suficientes. Mal hecho por nuestra parte, al menos por la mía. También puede que sea un documento más de los que no aportan nada nuevo ni significativo para ayudarnos a ser mejores profesores. El mismo que el anterior pero con un nuevo nombre y una nueva estructura creado con la mejor de las intenciones. Algo que nos hace organizar la ropa que ya teníamos en un armario nuevo para salir a la calle vestidos de la misma manera. Cambiar todo para que nada cambie.

En mi centro, al mismo tiempo y porque todo es compatible, llevamos tiempo trabajando cada vez más cerca de otros compañeros, compartiendo más experiencias, enseñándonos unos a otros, ilusionándonos más con nuestros alumnos, diseñando mejores experiencias de aprendizaje. Algunos compañeros me dejan con la boca abierta en sentido positivo un día sí y otro también. Ninguno de estos cambios ha venido de la mano de ningún documento ni papel ni real decreto. Ha venido porque queremos ser mejores profesores y porque nos interesan nuestros compañeros y nuestros alumnos, aunque no siempre acertemos con nuestras decisiones ni nuestras palabras y nos dejemos, temporalmente, a algunos por el camino. De esto no solo no nos hemos cansado sino que es tan solo el principio. Tampoco es que sepamos mucho pero sí sé, sin dudarlo, que estamos en la línea correcta. Puede que me equivoque, pero mi centro se parece cada vez más a un equipo de trabajo docente aunque muchos no demos la talla en muchas cosas. Les doy las gracias a todos mis compañeros por ello. Me hacéis mejor cada día, sobre todo cuando me hacéis ver lo que hago mal.

4 comentarios:

  1. Miguel, te honra decir que no eres perfecto. No lo eres pero no por eso dejas de luchar cada día por ser mejor, aún sabiendo que cometerás errores, imperfecciones y alguna locura. Yo me uno a todo lo que has dicho. Sé que ese papeleo se debe de sacar adelante, que a nosotros en el aula nos hará más o menos falta, pero que deberíamos entregarnos igual.Sin embargo, a veces es difícil lograr ese equilibrio entre el trabajo en el aula, en la oficina ( sala de profes) y ese "tinglao" que tenemos montado en el centro compartiendo tanto y de tanta utilidad los unos con los otros. Seguiremos trabajando y sin duda, mañana seremos un poco mejores que hoy. ANA

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  2. Con casi 40 tacos se empieza a dar cuenta uno, ANA, que alcanzar ese equilibrio le cuesta más de lo que se creía. A veces suelta uno estas cosas tan mal escritas por necesidad, porque lo pone todo o casi todo en el asador. Muchas gracias por comentar. Nos vemos pronto.

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  3. Querido referente: "la imaginación y la emoción siempre ganan a la razón" dice Mar Romera. He ahí la causa de nuestros estragos; resistirse a normalizar la preponderancia de los papelotes sin corazón es justo y, por tanto, un deber... pese a que te hayan puesto un negativo por no hacer "otros" deberes. Mi apoyo total. Sé que tus alumnos saben cuáles son los aprendizajes que os proponéis.
    Lloraremos nuestra coherencia juntos este finde. Un abrazo!

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  4. Hola Gloria. Todo ha vuelto a la calma. Estas tormentas son también necesarias porque nos ayudan a entendernos y a remar juntos. No fue en realidad un negativo, sino una necesidad de desahogo mutuo. Nos ha venido bien. Un abrazo.

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